Ante la difícil
situación que azota al “ex país” en el que vivimos, parece que hemos
retrocedido unos cuantos siglos atrás para imitar a la tan criticada política
romana “pan y circo”.
Hace unos días con motivo del traslado de
“Juana la Avanzadora” al Panteón Nacional, la Avenida Baralt, ubicada en pleno
Centro de Caracas donde la centralización reina y casi cualquier diligencia hay
que resolverla en estos suburbios; fue cerrada no sólo para dar paso a una
avanzadora (que seguro no daría un paso por estos ideales indefinidos de
populismo) sino para colocar una gran tarima que pisarían diversos grupos
musicales en son de la ocasión.
Por si no fuera suficiente colapsar esta
parte de la ciudad, de principio a fin, en cada comercio de la avenida cientos
de ciudadanos hacían largas colar para adquirir uno que otro producto regulado,
haciendo una cola y luego otra, otra y otra; hasta que termine el día y tengan
que irse corriendo para no ser víctimas del hampa que ya no escatima en quitar
una vida hasta por unos cuantos kilos de harina.
Pero el tema es otro, “pan y circo”, parece
que en esto nos hemos convertido. Mientras el pueblo hace largas colas para
comprar comida a los más bajos costos posibles en comercios o en mercales,
abundan las tarimas, la música, los animadores, todo esto implementado por un
gobierno que da la impresión que perdió el control que tenía sobre la sociedad
venezolana y, pisando las huellas del pasado romano, en pleno siglo XXI para
ejercer un cierto control social, la bandera no deja ser, repito “pan y circo”.
Sin embargo, no hay buenos pronósticos de
esta política, las personas se ven cansadas, y creo que deberíamos sentirnos
burlados, porque no hay mejor sentimiento para explicarlo que este. Pero la
única estadística que puede comenzar a podar este árbol con innumerables ramas
de poder corrupto, es el 6 de diciembre,
donde cada venezolano con la única voz que nos queda salgamos a decir “no
quiero pan y circo”.
MARÍA PELUSO C.I: V-23.626.973
PERIODISMO DE OPINIÓN
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